¿Para qué hacerlo simple, si lo puedo hacer complicado?
Esta expresión, cargada de ironía, fue durante más de treinta años el vector en mi viaje interior hacia la búsqueda de armonía, paz y claridad. Apuesto que en tu caso también en algún momento sentiste que había algo mucho más grande, inabarcable e inentendible detrás de lo cotidiano. Detrás de todo lo observable y de lo que acontece alrededor. Detrás de los amaneceres, las noches, la lluvia. Los nacimientos y las muertas, las montañas y las flores. Detrás de lo imperceptible como el aleteo de un colibrí o las alas de un cóndor. Detrás del tránsito frenético de la ciudad, la polución y del desarrollo tecnológico, el cambio climático, las revoluciones, las guerras. Que hay algo más detrás de todo, algo que entrelaza y contiene la existencia.
Es una certeza que intuyes, pero que no sabes cómo demostrar y eso puede dejarte sin respuestas.
¿Te pasó alguna vez? A mí sí. Te cuento.
“Qué harían, preguntó el maestro a la multitud, si Dios mismo les hablara directamente hoy y les dijera: Les ordeno que sean felices en la tierra mientras vivan. ¿Qué harían?”
Esta frase la leí cuando tenía poco más de trece años y había fallecido mi padre recientemente. Sin notarlo, esa semilla quedó prendida y fue germinando lentamente con su eco: “debes hacer algo para ser feliz.”
Y por muchos años ese fue mi mantra. Podría decirte que durante décadas me quedé mirando el dedo que señalaba a luna y nunca vi la luna.
Y ese dedo que señalaba a la luna tomaba formas tan heterogenias como puedas imaginar y en ellas me perdí con mayor o menor profundidad en mi esfuerzo por “hacer para ser feliz”. Unas veces en religiones o grupos parroquiales. Otras en leyes cósmicas y universales. También con métodos a seguir a partir de decenas de pasos. Y mantras, afirmaciones, meditaciones de diferentes corrientes, trascendental, cristiana, kundalini, yoga, control mental, método Silva, Sedona, Ley de atracción, reencarnación, autohipnosis, regresiones a vidas pasadas, filosofías y teologías, astrología, eneagrama, peregrinaciones, retiros, sueños inducidos, curso de milagros, new age, advaita, dietas, vía directa… Todos dedos que señalaban un camino para alcanzar un estado de plenitud, dicha y gozo.
Tomé todos esos senderos con entusiasmo y entrega. Y con frustración cuando cada camino no me llevaba a ninguna otra parte más que hacia mi propia frustración.
Llegué a pensar que, si todos aquellos seres lo habían conseguido con métodos, pero yo no algo estaba fallado en mí. Una conclusión errónea pero bastante lógica, ¿no?
Me encontraba en un estado de impotencia y frustración muy grande. Y cuando parecía que ya no había más respuestas a mis preguntas, algo sucedió que cambió la ecuación y desde entonces todo, TODO, comenzó a transformarse en mí.
Antes de contarte qué sucedió es pertinente darte una pequeña advertencia: es muy posible que experimentes resistencia y hasta rechazo por lo que te voy a decir y que quieras desestimarlo por completo sin darle chance. Es normal, claro que sí, y no serías la primera persona en experimentarlo. Aun así, algo por debajo de esa resistencia, muy en el centro mismo de tu esencia, le dará la bienvenida y lo acogerá como una brisa liberadora y fresca. Sólo te pido que, si sientes, por pequeño que sea, un alivio, una sensación de descanso, de respiro, de calma y bienestar, te quedes allí, poniendo toda tu atención en ello y que notes qué es lo que sucede en ti.
Observa lo más profundo de tu ser y no prestes atención a las formas automáticas de la resistencia. Anímate a ir un poquito más profundo. Y siente.
Hecha la advertencia, te comparto lo que descubrí y es lo siguiente: lo que tienes que hacer para llegar a ser feliz en esta existencia, mientras vivas en la tierra, es NADA.
Lo que puedes hacer es TODO, pero NADA, es suficiente.
Dicho de otra manera y echando un poco más de luz sobre esta idea, nunca, ni por un solo instante de mi vida –y, por propiedad transitiva, también de la tuya- tuve, ni tendrás que hacer nada para ser feliz, para experimentar la paz profunda, la calma, la claridad, la esperanza, el gozo, la sorpresa, la dicha. Justo allí mismo, donde y cuando estés ahora, ni a un centímetro de distancia, ni a un minuto de este momento, justo allí puedes ser feliz.
¿Me pregunto si lo estarás asimilando en toda su profundidad? Si aún no es así, tómate un minuto y siente.
Hay una dimensión profunda en ti que se mantiene idéntica a sí misma en toda circunstancia sin importar lo que acontezca a tu alrededor, con tu cuerpo, pensamientos o emociones. Inmutable. Sin heridas, sin fisuras.
Nota que esta dimensión profunda siempre estuvo contigo, acompañándote de forma neutral en todos tus recorridos y estaciones. ¿Comprendes ahora porque no hay NADA que tengas que hacer para alcanzar ese estado y que, al mismo tiempo, puedes hacer TODO lo que se te ocurra sin que eso cambie una pizca las cosas? ¿Cómo sería posible hacer lo que ya es? Es un absurdo total y una paradoja de la vida. Vamos en busca de lo que ya somos creyendo que lo encontraremos en algún estado diferente del estado en el que estamos. Algo así como que somos seres humanos que buscamos vivir una experiencia no humana.
¿Te suena raro? Pues a mí me sonó tan obvio, tan evidente que no puedo más que compartirlo con quienes están abiertos a escucharlo. Y a eso me dedico desde entonces.
Comparto el entendimiento de cómo opera nuestra naturaleza humana. Hay tres principios que operan en tu vida y en la mía a cada momento: el poder de pensamiento, como cincel que talla nuestra experiencia de vida y que nos hace sentir según lo que pensamos. El hecho de que todo acontece en una consciencia que todo lo contiene. Y, por último, que todo sistema es sostenido por una inteligencia universal, ese entramado profundo y sin formas que permite que todo sea tal y como es.
Todo ya está hecho, no hay nada que tengas que hacer. Absolutamente nada.
¡Que liviandad! ¿No te parece?
Si llegaste hasta aquí permíteme hacerte una invitación. Por supuesto, puedes tomarla o, como le digo a mis hijas, tirarla al tachito de basura. Cuando termines este párrafo, detente y nota la vida que eres. No importa porqué estás aquí ni para qué, pero estás ¿no? La vida es un misterio profundo e inabarcable y tú eres la vida misma manifestándose. Nótalo. Nota como tienes un corazón latiendo, nota que respiras, que piensas, que sientes, que percibes. Nótalo y observa que nunca, ni por un instante, hiciste absolutamente nada para que eso acontezca y sin embargo acontece. Nota como tus pensamientos van y vienen y tú sigues ahí, observándolos. Nota tu sentir, tu capacidad de sentir, sé consciente de ello. Nota cómo tu sentir es reflejo de tu pensar. Sólo nótalo y siente lo que sucede después. Solo eso. Y deja que el amor, que es la vida misma, se encargue de mostrarte el siguiente paso y honra el milagro de estar vivos, viviendo.
Sólo nótalo.
Te mando un abrazo, mucha paz y el deseo de que cada día elijas ver un bello día.
Alexis Copello